jueves, 16 de abril de 2015

Un texto de Edward Said

A continuación se transcribe un fragmento de la Introducción del libro Orientalismo (1997) de Edward Said (Madrid: Debate, 2002, pp. 19-27). En él, el autor analiza el concepto de orientalismo como un discurso que se inscribe en determinadas instituciones, con los que se pretende dominar Oriente. Asimismo, Said demuestra mediante esta configuración de una identidad compacta de Oriente como una forma inferior se logra fortalecer la identidad europea:


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He comenzado asumiendo que Oriente no es una realidad inerte de la naturaleza. No está simplemente allí, lo mismo que el propio Occidente tampoco está precisamente allí. […] En la misma medida en que lo es el propio Occidente, Oriente es una idea que tiene una historia, una tradición de pensamiento, unas imágenes y un vocabulario que le han dado una realidad y una presencia en y para Occidente. Las dos entidades geográficas, pues, se apoyan, y hasta cierto punto se reflejan la una en la otra.
Después de haber dicho esto, parece razonable exponer algunas puntualizaciones. En primer lugar, sería un error concluir que Oriente fue esencialmente una idea o una creación sin su realidad correspondiente. […] Había –y hay- culturas y naciones, localizadas en Oriente, cuyas vidas, historias y costumbres poseen una realidad obviamente más rica que cualquier cosa que se pueda decir de ellas en Occidente. Sobre este punto, este estudio de orientalismo no tiene nada que añadir, simplemente desea contribuir con su reconocimiento tácito. Pero el fenómeno del orientalismo, tal y como yo lo estudio aquí, trata principalmente, no de la correspondencia entre el orientalismo y Oriente, sino de la coherencia interna del orientalismo y sus ideas sobre Oriente […] a pesar de o más allá de cualquier correspondencia o no con un Oriente “real”.  […]
La segunda puntualización se refiere a que las ideas, las culturas y las historias no se pueden entender ni estudiar seriamente sin estudiar al mismo tiempo su fuerza o, para ser más precisos, sus configuraciones de poder. Creer que Oriente fue creado –o, como yo digo, “orientalizado”- y creer que tales cosas suceden simplemente como una necesidad de la imaginación, es faltar a la verdad. La relación entre Occidente y Oriente es una relación de poder, y de complicada dominación: Occidente ha ejercido diferentes grados de hegemonía sobre Oriente, como señala bastante bien el título del clásico de K.M. Panikkar, Asia and Western Dominance. Oriente fue orientalizado, no sólo porque se descubrió que era “oriental’’, según los estereotipos de un europeo medio del siglo XIX, sino también porque se podía conseguir que lo fuera –es decir, se le podía obligar a serlo-. Tomemos, por ejemplo, el encuentro de Flaubert con una cortesana egipcia, encuentro que debió de crear un modelo muy influyente sobre la mujer oriental […]  Él era extranjero, relativamente rico y hombre, y ésos eran unos factores históricos de dominación que le permitían, no sólo poseer a Kuchuk Hanem físicamente, sino hablar por ella y decir a sus lectores en qué sentido ella era típicamente oriental. Mi tesis es que la situación de fuerza de Flaubert en relación a Kuchuk Hanem no era un ejemplo aislado, y puede servir bastante bien como modelo de la relación de fuerzas entre Oriente y Occidente y del discurso acerca de Oriente que este modelo permite.
Esto nos lleva a una tercera puntualización. No hay que creer que el orientalismo es una estructura de mentiras o de mitos que se desvanecería si dijéramos la verdad sobre ella. Yo mismo creo que el orientalismo es mucho más valioso como signo del poder europeo-atlántico sobre Oriente que como discurso verídico sobre Oriente (que es lo que en su forma académica o erudita pretende ser). Sin embargo, lo que tenemos que respetar e intentar comprender es la solidez del entramado del discurso orientalista, sus estrechos lazos con las instituciones socioeconómicas y políticas existentes y su extraordinaria durabilidad. Después de todo, un sistema de ideas capaz de mantenerse intacto, y que se ha enseñado como una ciencia (en academias, libros, congresos, universidades y organismos de asuntos exteriores) desde el periodo de Ernest Renan hacia finales de 1848 hasta el presente en Estados Unidos, debe ser algo más grandioso que una mera colección de mentiras. […]
[Antonio] Gramsci ha efectuado una útil distinción analítica entre sociedad civil y sociedad política según la cual la primera está formada por afiliaciones voluntarias (o, al menos, racionales y no coercitivas), como son las escuelas, las familias y los sindicatos, y la segunda, por instituciones estatales (el ejército, la policía y la burocracia central) cuya función dentro del Estado es la dominación directa. La cultura, por supuesto, funciona en el marco de la sociedad civil, donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce, no a través de la dominación, sino a través de lo que Gramsci llama consenso. Así, en cualquier sociedad no totalitaria ciertas formas culturales predominan sobre otras y determinadas ideas son más influyentes que otras; la forma que adopta esta supremacía cultural es lo que Gramsci llama hegemonía, un concepto indispensable para comprender, de un modo u otro, la vida cultural en el Occidente industrial. Es la hegemonía –o, mejor, los efectos de la hegemonía cultural- lo que da al orientalismo la durabilidad y la fuerza de la que he estado hablando hasta ahora. […]
 El científico, el erudito, el misionero, el comerciante o el soldado estaban o pensaban en Oriente porque podían estar allí o pensar en él sin que Oriente les ofreciera apenas resistencia. Bajo el lema general de conocer Oriente y dentro de los límites que el paraguas de la hegemonía occidental imponía, a partir de finales del siglo XVIII emergió un Oriente complejo, adaptado a los estudios académicos, a las exposiciones en los museos, a las reconstrucciones en la oficina colonial, a la ilustración teórica de tesis antropológicas, biológicas, lingüísticas, raciales e históricas sobre el género humano y el universo, y a ejemplificar teorías económicas y sociológicas de desarrollo, de revolución, de personalidad cultural y de carácter nacional o religioso. […]


Bibliografía

DENYS, Hay. (1968),  Europe: The Emergence of an Idea, Edinburgo, Edinburgh University Press.
PANIKKAR, K.M. (1959), Asia and Western Dominance, Londres, George Allen & Unwin.
STEVEN, Marcus. (1967), The Other Victorians: A Study of Sexuality and Pornography in Mid-Nineteenth Century England, Nueva York, Bantam Books.



(Fuente: Alonso Castro et al. (2010), Estrategias de lectura y escritura académicas. Buenos Aires: Biblos.)


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sábado, 4 de abril de 2015

tildar o no tildar, he aquí la cuestión

I ¡REPASEMOS!

ACENTUACIÓN EN ESPAÑOL

 

I. Reglas generales

En español existen los siguientes tipos de palabras según su acentuación:

1.       Agudas: el énfasis recae sobre la última sílaba.

a.       Se acentúan todas palabras agudas que terminan en vocal, o en -n o -s  solas
b.      Las palabras agudas que no terminan en vocal, o en n o s solas, nunca se acentúan.
can-tó /  per-dón /  es-tás /  ciu-dad / pas-tor /  a-bril / va-lor

2.       Llanas: el énfasis recae sobre la penúltima sílaba.
a.       Sólo requieren tilde si acaban en consonante que no sea -n ni -s.
Cár-cel / ca-rác-ter / ár-bol  / ca-sa  / es-ta-bas / li-bro / di-fí-cil

3. Esdrújulas: el énfasis recae sobre la antepenúltima sílaba. Siempre requieren tilde.
Lám-pa-ra / so-ció-lo-go / sín-te-sis / sí-la-ba / én-fa-sis / cán-ta-ro / prés-ta-mo

4. Sobresdrújulas: el énfasis recae sobre la anteantepenúltima sílaba. Siempre requieren tilde.
Re-cuér-de-me-lo /   i-ma-gí-na-te-lo /  a-nún-cie-me-lo / fá-cil-men-te


IMPORTANTE: Cuando corresponde, también las MAYÚSCULAS llevan tilde,

 

 

II. Casos especiales

 
DIVISIÓN SILÁBICA, DIPTONGOS Y TRIPTONGOS|
 
Una sílaba es la emisión de un sonido en un solo golpe de la voz. El centro de cada sílaba lo constituye  una vocal, a saber, a, e, i, o, u.
                
li-bro           /                 mu-cha-cho         /                 te-a-tro
                
   En una sílaba pueden existir también dos y hasta tres vocales. La unión de dos vocales en un solo golpe de voz se llama diptongo. La de tres vocales se llama triptongo.
 
   En español, existen vocales fuertes o abiertas y  vocales débiles o cerradas. 
 
                Las fuertes son: a, e, o,
                Las débiles son: i, u.
                
   Para formar diptongo será preciso que al menos una de las vocales sea débil y sin acento.
   Para formar triptongo será preciso que dos vocales débiles rodeen a una fuerte.
 
 

 

 

 

¨ Pronombres interrogativos y exclamativos

1.       Los pronombres interrogativos siempre llevan tilde, tanto en oraciones interrogativas directas como indirectas:

¿Qué quieres? ¿Dónde vas? Me preguntó dónde iba.
No sé cómo llaman a mi compañero.

2.       Los pronombres exclamativos siempre llevan tilde:
¡Qué alegría! ¡Cuánta gente hay aquí!

3.       Los pronombres relativos y las conjunciones subordinantes no llevan tilde:
Dame el lápiz que te pedí. No veo porque hay muy poca luz.
Te llamaré cuando llegue a mi casa.



¨ Pronombres y adjetivos demostrativos

1. Cuando los demostrativos son adjetivos nunca llevan tilde.

Estas explicaciones son muy claras.

2. Cuando son pronombres, la colocación de la tilde es potestativa.

Éste se llama Pedro.

3. Es obligada la tilde en los pronombres demostrativos en los casos de ambigüedad.

Llamaron a aquel marxista. / Llamaron a aquél marxista.


¨ Adverbios terminados en -mente

Sólo llevan tilde cuando la lleva el adjetivo a partir del cual se ha formado

fácilmente – rápidamente -  cálidamente -  ferozmente -  terriblemente


¨ Palabras compuestas

1. En el caso de palabras compuestas normales, sólo cuenta para la colocación de la tilde el segundo componente de la palabra ya que el primero se hace átono:

decimosexto – decimoséptimo -  vigesimoprimero

2. En el caso de formas verbales + pronombres enclíticos:

a) Si la forma verbal lleva tilde, ésta se mantiene:
                   déme – deténte -

b) Si la palabra resultante es esdrújula, hay que acentuarla:
                 dímelo (vs. dime) - háganlo - recuérdemelo - escríbenos

3. Si los componentes de la palabra están unidos por un guión, los dos mantienen la tilde en el caso de que la requieran: teórico-práctico /   hispano-francés


 

¨  Homonimia


1. Monosílabos
Los monosílabos no se acentúan, excepto cuando hay que distinguir entre dos formas homónimas, como en los siguientes casos:

mi (adjetivo posesivo):
Mi casa es ésta
mí (pronombre personal):
A mí me gusta el té
tu (adjetivo posesivo):
Tu casa es grande.
tú (pronombre personal)
Tú eres mexicana.
el (artículo):
El lápiz está aquí.
él (pronombre personal):
Él es argentino
mas (conjunción adversativa):
Te llamé, mas no estabas.
más (adverbio de cantidad):
Quiero más café.
te (pronombre personal):
Te escribiré una carta.
té (nombre común):
Quiero más té.
de (preposición):
Ponlo debajo de la mesa.
dé (verbo dar):
Dé la orden de enviar este paquete.
si (conjunción condicional):
Si estudias, aprobarás.
sí (pron. reflexivo/adv. afirmativo):
Sí, señor
se (pronombre reflexivo):
Se quedó dormida.
sé (verbo saber/ser):
Sé inglés.
 
2. Otros casos de homonimia
aun (=incluso):
No lo hizo, ni aun lo intentó.
aún (=todavía):
Aún no ha llegado el tren.
solo (adjetivo):
No me gusta estar solo.
sólo (adverbio):
Sólo me lo dijeron a mí.